Tanto tiempo

Como te iba diciendo, nada brilla más que el pasado. Un pasado que va creciendo de tal manera que empieza a hacer, ya, ¡tanto tiempo de todo!

Fíjate que lo que brilla es siempre pasado, estrellas en la noche, luz antigua, lunas reverberando sol pretérito, recuerdos transformados en ausencias tal vez maquilladas con un esplendor del que entonces no supimos que nos dejaría profunda huella.

Me resisto al torbellino de la memoria -aunque hace tanto tiempo de cada todo- cerrando los ojos y viajando a aquel tiempo que ahora parece dorado lugar de rosas sin espinas. Parecía entonces tan pardo, tan gris, con tanto humo como el que ahora discurre por entre los dedos que teclean vaguedades a horas que no son su costumbre.

Entonces eran otros los brillos que titilaban las noches de un insomnio que, si bien era mejor amigo, rozaba con más aspereza las sábanas. Nada hacía presagiar el destello, la llamarada, no se deslumbraban inquietas las manecillas por el impulso de ese relámpago que ahora parece indudable.

Hace ya tanto tiempo de todo -de las flores, del mar, de la lluvia-, pero yo me resisto al torbellino creyendo que, luego, más allá de un nuevo tanto tiempo de todo, brillará lo que ahora navega por el fondo, entre las nieblas, sin ruido ni gravedad. ¡Hará entonces, también, tanto tiempo de todo!

Y sin embargo, aún no habremos aprendido a masticar tan despacio la alegría que duré más que el desencanto. Ni a entender que serán mentira todas las verdades que, con el corazón envalentonado, escribimos en un poema urgente o en aquella piel que tocábamos con la torpeza de quien desenvuelve un regalo inesperado y cuyo tacto, aún ahora, nos sumergía en el estupor.

Ni habremos aprendido a rozarnos por debajo de la mesa del bar donde -hace ya tanto tiempo de todo- me temblaba el nudo de la voz mientras brillaban en mí tus ojos.

Nada brilla más que el pasado pero, como te iba diciendo, sería mejor que nos empeñáramos en hacer brillar ahora lo que nos pasa. Que luego, cuando sea pasado y haga tanto tiempo de todo, ya brillará entonces solo, sin nosotros, sin ayuda.





Posees el gozo de su risa
pero debes saber que partirá.
Te inunda su alegría
te ilumina su rotunda carcajada
con una luz muy dulce,
pero no ignores que se irá.
Ella fluye,
ella es un líquido que detesta estancarse
ella es un pájaro que anida y emigra,
ella se irá.
Ella se irá y te dejará una marca de amor
que solamente curarás con su regreso efímero.
Entonces la verás de paso
y será como tropezar con el sol de la mañana
descubrir de nuevo su alegría,
nadar en ella
plácido
hasta un próximo encuentro inesperado.

(Darío Jaramillo Agudelo, Libros de poemas, 2001)

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