Llorar mientras te deslumbras

Como te iba diciendo, lo que nos conmueve es insospechado, nadie puede elegirlo, del mismo modo que nadie decide de quién se enamora.

Uno mira sin ver, a través de los cristales de sus gafas, en todas direcciones, como si la vida transcurriese en una playa y perder la vista hacia quienes no están a tu lado fuese el acto ritual de la existencia.

Uno mira sin ver, acepta sin creer, siente sin temblar, hasta que, de repente, siempre de repente, algo nos llama la atención. Pueden ser unos ojos concentrados en un móvil por una cuestión de bicicletas, que dejan de ser huidizos y nos pemiten, entre luces azuladas, descubrir un rostro sereno al que mirar serenamente y encontrar en él un paisaje en el que apetece perderse.

O una mano que recoje a otra sobre un fondo negro de estrellas que, minutos atrás se convertían en nieve sobre la decepción de otro paisaje, esta vez dibujado y sin palabras.

Aquello que nos conmueve verdaderamente, siempre es mínimo. Leer "suicidio" en los últimos párrafos de la biografía de Stefan Zweig, o entender, por entre los diálogos destacados en un artículo sobre una película de amor y casualidad, que el espacio para la trascendencia sólo existe compartido.

Tal vez dos hombres, dándose la mano sobre un universo negro lleno de estrellas, no tengan el halo místico, o romántico, según gustos, que permita que se erice la piel del pensamiento y se nos quede otra cruz marcada en el viejo plano del tesoro que escondemos.

Sin embargo, enciende una chispa que arranca no sé qué endiablado engranaje que empuja al sofá sobre las teclas y precipita la imagen de una noche cayendo suavemente sobre el horizonte de un chiringuito al borde del mar; mientras pides que te lean en voz alta, mientras te piden que les leas en voz baja, mientras llega el dilema de la película a su estreno inminente.

Siempre es insospechado. Así que, cuando uno pensaba que la luna llena sólo era un adorno vacío de la noche y que la importancia estribaba en las palabras... Espera... Tal vez no sea tan insospechado lo que nos conmueve.

Tal vez, piensas, si es que tener la tele enmudecida como paisaje lejano permite pensar, que no, que no es tan imprevisto ni tan repentino, que aquello que nos conmueve ya se veía venir desde lejos y que no hay camino que no conduzca a Roma por mucho que se enrevese.

Es posible que aquello que nos conmueve no sea tan mínimo, que no suceda de repente y que se deje sospechar tranquilamente. Es posible que aquello que nos conmueve esté escrito en una lista, en un calendario lunar o en una búsqueda de google.

Es perfectamente posible que, aquello que nos conmueve, aquello que verdaderamente nos conmueve hasta el fondo, nos retumbe por dentro y se nos salga por los sueños y estemos previamente visados de su importancia y de su intensidad. Y es posible que no permitamos que nos lo parezca por si el ridículo acecha, y es posible que no seamos capaces de contarlo ni de dar pistas.

Porque es completamente imposible escribir mientras te estremeces, es imposible hablar mientras tiemblas, es imposible llorar mientras te deslumbras...




Lo que me conmueve se puede ver, algunas veces... Quince minutos sin palabras...

2 comentarios:

  1. Aquello que nos conmueve verdaderamente, siempre es mínimo.

    Gran frase y descubrimiento.

    Muy inspirado este octubre, amigo. Me alegra. Saludo reverencial escoba en mano.

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  2. La vida es insomnio19 de octubre de 2018, 15:43

    Aquí tan otoño y allí tan primavera! Octubre es un mes precioso, sea cual sea la parte del mundo en la que estés.

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