Inventarse otra vida

Como te iba diciendo, escribir es inventarse otra vida.

Es sencillo: leer algún poema profundo y simbólico, filtrar un haz de recuerdos hasta dejarlos pálidos y ojerosos, completar conversaciones ajenas que comienzan en el asiento de atrás de un autobús somnoliento, dibujar con trazos gruesos un horizonte más cercano y mezclarlo todo con palabras saltarinas.

Y dejar correr los párrafos hacia la prosa -porque para la poesía no tengo receta, pues siempre se me escapa y siempre que me doy cuenta de que se me escapa, me duele; y siempre que me duele, reniego rotundamente de su lazo y destrozo con odio la cesura de los versos para convertirlos en renglones mal alineados-, dejar correr los pensamientos hacia el otro lado de este espejo blanco y sembrar de señuelos los pronombres más atrevidos.

Hablar entonces del dolor transformado en perro y unirlo a las viejas cartas de amor perdidas de la vecina. Cortar los tallos de las flores secas que asoman en los adverbios y dejar que quien nos lee crea que sabe lo que nos está leyendo, como cree uno que sabe lo que está escribiendo.

Escribir es inventarse otra vida. No me pidas que me roce con la que ahora tengo, porque no necesito lupa para que me piquen los eczemas de la espalda ni para ver los desconchones que el tiempo araña en todas las biografías. Prefiero cambiar ausencias por destellos antes que sucumbir bajo el peso inmenso de los telediarios y limar las uñas rotas de las decepciones venideras con la materia frágil de los poemas.

Cada quien se muere como puede, cada quien huye hacia dónde sabe, cada uno elabora concienzudamente y escribe en su agenda la lista de las ventinco cosas que tiene que hacer para matar la angustia y no perecer en el intento. Cada quien sobrevive a su manera cuando vivir es un trabajo mal pagado.

Escribo para ver cosas que no he visto, para crear emociones que no he tenido, para decir palabras que no he dicho. Aunque, tal vez, este otro que me habita las tenga a todas horas en la boca, siempre a un milímetro de decírtelas a ti cuando yo no las escriba.




Poemas de amor, 1

Ese otro que también me habita,
acaso propietario, invasor quizás o exiliado en este cuerpo ajeno
o de ambos,
ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel,
ese otro que está solo siempre que estoy solo, ave o demonio
esa sombra de piedra que ha crecido en mi adentro y en mi afuera,
eco o palabra, esa voz que responde cuando me preguntan algo,
el dueño de mi embrollo, el pesimista y el melancólico
y el inmotivadamente alegre,
ese otro,
también te ama.

(Darío Jaramillo Agudelo)

SE VIVE SOLAMENTE UNA VEZ

Se vive solamente
una vez. Esta vida, la de ahora,
es la de aquella vez. No hay otra.
Recordar es la torpe
manera de reconocer
un fracaso. Eran falsos los momentos
aquellos si no son
estos momentos. Aquel baile,
si existió, es el que ahora
cimbrea tu cintura en las estancias
vacías; igual que el saxo aquel
que sigo oyendo, tan lejano, ahora
que ya no oigo el saxo aquel.
Así es de corta
la eternidad.

(Rafael Guillén)

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