Números

Te dije catorce, con el corazón de noventa y nueve, y tú me contestaste diecisiete. Veinticuatro fue después la vida que vivimos, con quinces y treces salpicando los días, que a veces nacían cincos y morían ochos.

Por más que nos prometimos treinta y tres, nunca cumplimos cincuenta y cinco. Y toda la lista de los cuarenta se nos quedó pegada al paladar del treinta y nueve, y en los huesos del veinte y en las heridas del setenta y tres.

Entregamos sesenta y cinco a la hoguera de los once, restamos veintitres para sentirnos vivos de nuevo y sumamos cuarenta a las rutinas de un amor en cuenta atrás que se detuvo en el diez. El ochenta y dos ardía por las noches, el tres y el uno se alternaban los domingos y cero coma dos era nuestro exceso más instintivo.

Como te iba diciendo, tal vez con números hubiera sido más sencillo. Quizá con números irracionales todo habría sido más exacto, con números naturales todo más sutil y más claro, con números transfinitos, todo más duradero.

Podríamos descomponer ahora el resultado en factores, elevarlos a la potencia conveniente, enhebrarlos de nueve en nueve y llamarlos con el dedo. Anotar las que te llevas, cancelar con un cero una parte del cociente y aferrarnos a la cifra siguiente cogidos de la mano.

Aunque me temo que tampoco hubiéramos podido evitar las restas o las divisiones, ni alterar los cambios de signo de los tiempos. Ni combatir la inexactitud de los números serios, ni el dolor de los ordinales luchando a veces por no ser el segundo y, otras veces, por serlo. Quizá no se puedan evitar los quebrados y su sufrimiento, quizás es que no se pueden evitar los decimales y su angustia imprevisible.

Como te iba diciendo, tal vez con números todo hubiera sido más sencillo, no lo sé. Y sé que nunca podremos saberlo porque yo sólo tengo palabras en los labios adjetivos, diccionarios enteros metidos en este corazón adverbio y sinónimos bailándome alrededor de los silencios.

Porque los dedos, al moverse, se me vuelven vocabulario, nunca sabremos si con números hubiera sido todo más compacto y menos etéreo, más real y menos sueño, más verdad y menos error ennoblecido por el recuerdo.

Aunque sé que nunca lo sabremos, por si acaso, como te iba diciendo, catorce.



JUEGO DE NIÑOS

Y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.
F.G.LORCA

“E-cinco” dijiste la primera vez; como si nada, lo primero que vino a tu mente, cosas del azar. Yo me sentí tocado nada más empezar este juego de secretos, cavilando el roce de las miradas desatadas que nos propinamos sin querer.

“E-seis”, continuó tu maniobra, y me volviste a tocar. Yo estaba contento porque, en el fondo, a todos nos gusta ser descubiertos en otras manos suaves y blancas. Después de eso, ya se sabe que con un solo beso se alteran las brújulas y se redibujan las cartas de navegación.

Bastó poco para que afinases la puntería con un ”E-siete”. Me dejaste herido de muerte, hundido sin remisión en tus ojos, deseando que tu abordaje me durara para siempre.

Hice trampa, ahora puedo confesártelo, y, sin que tú me vieras, moví mi corazón un poquito para que pudieras darle más fácilmente. Y en verdad que no hubiera hecho falta, porque hay algo en tus ojos que me adivina el rumbo, desde el principio; como hay algo en tu boca que mueve todos los vientos a tu favor.

Pero ahora que es mi turno de estar hundido, ahora que tu recuerdo me tiene ahogada la voz, te escondes detrás del tablero y, a todos los números y letras que digo, siempre me respondes con lo mismo: agua, agua, agua...

Y nunca acierto a tocarte el corazón.


5 comentarios:

  1. No sé si la culpa es de los números primos.
    Ahora los odio. Quizás hubiera sido mejor uno divisible por dos.

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    1. Por si así fuera todo más sencillo, te digo doce quince diecinueve, treinta y siete cuarenta y dos, ochenta y uno. Tres y medio cero coma cinco veintiuno porciento y dos tercios. Mil.

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    2. Pero, por si no fuese más sencillo con números, te digo "Quizás el doce sea un nombre del infinito y tú me lo pronuncies al oído un día cualquiera, cuando haya salido del bombo cualquier otro número sin nombre, mientras el mundo en tus ojos vaya haciéndose de noche lentamente."
      Así terminó una vez un insomnio.
      Y empezó el siguiente.

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  2. Respuestas
    1. Odio muy pocas cosas. Porque consume muchos litros a los cien y porque te estorba para olvidar aquello que se necesita olvidar

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