Interferencias

Te solivanta el teléfono inoportuno, un vecino que aparece para matar un rato o, al menos, para hacerlo más llevadero. Como te iba diciendo, se me entrecorta el mensaje, no consigo evitarlo.

Entonces llama a la puerta el operario, un mensaje que llega con un pitido para que recuerdes llevar alguna cosa, la hora de cambiar la goma de sitio para el riego, las pastillas contra el dolor de cabeza.

Quehaceres metidos en un horario áspero, en una tarde rellena, en un fin de semana completo, en un puente interminable. Otras veces un viaje, una cita ineludible, alguien que te reclama y te necesita con urgencia.

Un niño que se acerca preguntando, un ruido por detrás de la puerta. A veces era un malentendido, una sombra de la memoria, una enfermedad de los otros, un ojo avizor al que despistar.

Inquieto miras por si hubiera un correo que no llega, un artículo que no se escribe, una mudanza que te deja sin herramientas, una desolación que te deja sin pulmones.

Extrañas frases que se dejan a medias y producen significados difíciles, un espacio entre las palabras que escribes, una coma bien o mal puesta, un verso que rima en asonante.

Relees un punto final tantas veces que consigues convertirlo en puntos suspensivos, las manos que no saben qué decir cuando no teclean, una lágrima que hace que se corra la tinta electrónica.

Ocurre que, como te iba diciendo, a fuerza de interrupciones, se entrecorta el mensaje, se dispersa y, al llegar intermitente, dejas de percibirlo. Pero el mensaje, eso que quise decirte, está aquí escrito, asolado por las interferencias.



Impersonal

Y todo para confesarte -por si aún no te habías dado cuenta a estas alturas-, que no sé escribir como yo desearía, ni como tú quisieras. Que sólo escribo como puedo, como me sale, como yo mismo me dejo; con el único sustento razonable de que tú sí sepas leerme.

Aunque siempre arrastro esta impresión, impresa y triste, de que nunca he sabido decirte lo que te digo.

(La vida es insomnio, 2012)

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